Su corazón y sus sueños se quebraron como burbujas de cristal.
Tras tanto caminar, sus piernas estaban cansadas. Ya no sabía a dónde dirigirse. El elegir un camino es lo más complejo. Y la elección se torna imposible cuando uno no tiene voz.
Él no sabe qué más hacer, o quizás tiene una leve noción de algo, pero no se da maña para llevarlo a la práctica.
Su alma está agotada, y flagelada por dentro. Consumida por el dolor, el temor y cicatrices.
Sin lágrimas, ya que quedaron en el camino.
Lágrimas que fueron producto por el estar desplazado, por el simple hecho de que nadie lo escuchaba.
Soñar lo llevó a crear un mundo irreal, un mundo inexistente. Sin embargo, ¿Quién puede culparlo?
¿Quién es capaz de romper casas de cristales ajenas?
El viajante empieza a navegar en océanos, continúa con su travesía. Un viaje que cuando termine, él será capaz de responder a miles de interrogantes que fueron las causas de sus cicatrices.
El viaje requiere no sentir, cosa que un simple lector jamás podrá, ya que leyendo no se adquiere la experiencia.
Aquel que no sabe navegar, se hunde en remolinos.
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